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Niño de 11 años elige perdonar tras ser rechazado por su padre debido a su fe en Jesús
El pequeño Robin, de Bangladesh, enfrenta el abandono familiar y la hostilidad escolar con un corazón lleno de gracia, afirmando que "como cristianos, no debemos herir a nadie".
Por Administrador
Publicado en 03/12/2025 17:30 • Actualizado 04/12/2025 21:18
Iglesia Perseguida
A pesar de perder el apoyo del padre y esposo, Robin y su mamá Moly permanecen firmes en Jesús

En medio de la creciente hostilidad hacia los cristianos en Bangladesh, surge una historia que conmueve y desafía: la de Robin (nombre protegido), un niño de tan solo 11 años que ha decidido responder al rechazo con el amor de Cristo. Tras la conversión de su madre al cristianismo, el pequeño ha tenido que soportar no solo el acoso de sus compañeros y maestros, sino el doloroso abandono de su propio padre.

Todo comenzó cuando Moly, la madre de Robin, sintió curiosidad por un "libro sagrado" que tenía una vecina. Al descubrir que era la Biblia, leyó el pasaje de Mateo 7:7: "Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis". Estas palabras impactaron su vida, llevándola a orar y experimentar un milagro de sanidad que confirmó su fe. Aunque en un principio su esposo, Jubayer, también aceptó a Jesús, la presión social y la persecución política reciente en el país lo hicieron retroceder.

Fe bajo fuego La situación en la región se tornó crítica en 2024, tras cambios políticos que envalentonaron a grupos radicales. La familia de Robin fue blanco de campañas de odio; se distribuyeron panfletos falsos acusándolos de convertirse por dinero y una turba, liderada por líderes religiosos locales, destruyó la iglesia doméstica donde se congregaban.

Ante la amenaza, Moly y Robin lograron escapar, pero Jubayer decidió regresar al islam para evitar represalias. No solo eso: exigió el divorcio a su esposa por no renunciar a Cristo y se negó a seguir cuidando de su hijo.

A pesar de perder el apoyo paterno y sufrir burlas diarias, la fe de Robin permanece intacta y madura para su edad. "Me siento triste cuando me tratan así", confiesa el niño, "pero nunca haré lo mismo con ellos porque, como cristianos, no debemos herir a otras personas, incluso si nos hieren a nosotros".

Su testimonio es un recordatorio poderoso para la iglesia global sobre el costo del discipulado y la fuerza del perdón en medio de la prueba.

 

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